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06 mayo, 2013

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No es que sea un pacifista de moral rígida y principios salomónicos, pero si hablamos de plantar cara (violentamente) a un Estado como el que las generaciones anteriores llegaron a construir, mejor podríamos irnos a plantar limones o patatas.

Los Estados se deshacen, sí, aunque su monopolio de la coacción, al menos en países de nuestro entorno sigue siendo absoluto. El mapa que se trazó en 1648 Westfalia, hace más de trescientos años se diluye. El mundo generado a su imagen y semejanza se derrumba. A parte de los políticos, banqueros, brokers, cárteles, trust, multinacionales, intereses transnacionales… tenemos otros problemas. O el mismo con distinto nombre.

Bertrand Badie saca a la palestra, a patadas y en contra de todos los deseos oficiales, una pequeña hipótesis:

El impasse entre el mundo internacional actual y la construcción teórica en la que se mantiene. Las relaciones internacionales son foráneas a las fuentes de legitimidad estatales”. Y anuncia “las Crisis de esos envases herméticos donde conviven malamente las culturas, naciones y pueblos: los Estados”.

Esto, hace tiempo clasificado como “El fin de la Historia” por Francis Fukuyama, para Badie, no es más que la vuelta al inicio; la vuelta al “Estado Animal”.

Y ni que decir tiene que una concepción de la historia cíclica encaja mucho mejor con la forma colectiva de entender hoy el mundo. No hay nada entre Fukuyama y yo, pero su intento de poner fin a la dialéctica izquierda-derecha y al “peligro rojo” no va más allá de esas promulgaciones pseudo-evangelistas y mesiánicas que prometían incondicionalmente un solo desenlace.

Pero no se preocupen. Este postureo cíclico o finalista no va más allá de opinar, si nuestras formas de relaciones son y seguirán siendo las adecuadas o si nuestra forma de explicar el mundo internacional está obsoleta, oxidada como un 600 en una carretera alemana.

Por la otra parte, la local, la regional, la nacional, según Richard Sennet hay también iniciado un proceso desintegrador, letal para nuestras formas de vida y pensamiento.

De la insostenibilidad del Estado del Bienestar y su desmantelamiento, Sennet concluye que se da un proceso de Desintegración Social, ya que la seguridad, no era el único elemento que la estructura proporcionaba. A saber:

  • Seguridad.
  • Función Social como medio integrador.
  • Ámbito de autonomía donde autorrealizarse.
Esta falta de trabajos estables, vitalíceos, funcionariales no hace más que socavar esa clase media burocrática donde se escondían gran parte de los adeptos a la hegemónica política estatalista.

Individuos, protegidos por el Estado, sintiéndose identificados con esa bandera porque al trabajar en ella, la sentían propia. Individuos integrados e incentivados por el Estado, con esferas autonómicas de modestia progresiva . Son o serán cosa del pasado.

No es que de pronto la población se haya vuelto más crítica, estrictamente moral y haya logrado desenmascarar a esos farsantes políticos (farsantes por los siglos de los siglos, Amén). Es que al ver sus necesidades básicas al descubierto, buscan responsables que no sean ellos mismos, y por casualidades de la vida, son los políticos el blanco más a tiro. (Todo mi amor para los políticos, todito entero).

Entendido en términos de “poder” el fenómeno transcurre del siguiente modo: Las luchas, las presiones y los contrapoderes a lo largo de los siglos se vieron inclinadas a dar la partida al Estado. Logró los monopolios coactivos, aunque para ello tuviera que entablar todo tipo de acuerdos internacionales. Pero hoy, las esferas de poder se han visto desplazadas. O más concretamente, han extendido su ámbito. Conscientes de su importancia, los poderes económicos dejaron la explicitud de la tentadora y pecaminosa violencia para dirigirse a otras esferas: Comunicación, Economía Internacional financiarizada, deslocalización de la producción.

Si antes, la poliarquización era una cuestión de focos competidores en un mismo terreno, hoy las diferentes fragatas que participan toman distintos caminos y atajos.

Como dice Badie los “Estados Gladiadores” de Hobbes ya no son tal. Se han quedado en el tintero. Si bien, múltiples conflictos armados persisten por distintos motivos, las relaciones entre las potencias hoy ya no son de poder. Hoy los titulares se fijan en la competencia y en su contrario: la humillación.

Pero a diferencia de la extravagante economía China: “Comunista” de fronteras hacia dentro y actuando en bloque a la caza del Capital, en el terreno de lo económico internacional, no son los países, por norma, ni naciones quienes se hacen con la deuda de un país en crisis, con bloques de casas vacías, con los terrenos estratégicos adquiridos de forma vírica en subastas bursátiles o, fría y sencillamente, mediante contratos (Estado-Compañía).

Se puede entender así, o también, dadas las características acuñadas de la mundialización: inclusión, interdependencia y la ya comentada perdida del monopolio. Podemos concluir que “no queda otra”. Alguien tiene que comprar las opulentas deudas del mundo occidental que tras haberse engordado bulímicamente amenazan ahora con derrumbar uno de los pilares del modelo de producción internacional y, en este caso, Chino: Los consumidores externos.

Por su parte, Andrea Greppi, entendido el problema de las instituciones estatales desde una óptica nacional, acaba preguntándose “¿Son compatibles la democracia y el capitalismo y atinando un poco más la puntería, la internacionalización de las finanzas.?” siguiendo los pasos del informe Lugano de Susan George,

Porque es exactamente este desfase cuantitativo entre las instituciones políticas y la economía lo que genera la amenaza.

Y basa la crisis democrática que vivimos en una crisis del principio de representatividad (Bien a causa de las deformadas leyes electorales, bien a causa de injerencias externas de poderes exógenos, exentos de controles democráticos) y una crisis de la clásica separación de poderes.

Si, esa ausencia de separación de poderes que tantos dolores de cabeza ha dado y da al régimen venezolano, en Europa y en España es un secreto a voces. Un secreto que comienza a ser sudado ya hasta por las paredes.

Pero los que hoy tienen los peones de su lado, no son los Estados, como decíamos antes. El mundo “Internacional” está cayendo en pos de un mundo “Intersocial”. Fenómeno al que la UE, vaciando de las capacidades soberanas clásicas, ayuda con ganas. Y es que hoy, ya no se oye a diplomáticos. Nadie se fía de los informes de los Estados y pocos de sus presidentes. O de pocos presidentes nos fiamos.

Hoy. Es Amnistía Internacional la que pone en apuros al gobierno de España con informes sobre violaciones de Derechos Humanos. Más si el Tribunal Europeo de Justicia le echa una mano, en temas tan variados como los desahucios o los tratos en las prisiones españolas. Hoy, a muchos les vale más ver al Subcomandante Marcos en América Latina. A las multinacionales financieras en Estados Unidos o en la City Londinense o simplemente, las secas gargantas de los Frentes de Liberación Nacional, que pelean porque sus voces salgan, porque no las paren ni las rejas, ni las paredes de esos Muros de la Vergüenza.


Alí-Tebelín

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